firefingers Publicado 12 de Marzo del 2023 Publicado 12 de Marzo del 2023 Casi siete años de amistad con ella y en los últimos dos me entero que padecía de depresión. Realizaba sus actividades de lo más normal, trazaba sus planes y pactaba salidas con sus demás amigos. Unas latas por el morro solar a la complicidad de la noche o por el parque Loma amarilla eran lo habitual para despejar la mente de los demonios que se ocultan en la mente y celebrar los periodos en los que creemos que han sido erradicados para luego enterarnos de su regreso cuando la pesadez y las lágrimas son la respuesta de nuestro cuerpo a manera de bienvenida amarga y hacernos saber que todo sigue, seguirá igual hasta donde soportemos. La noticia de su depresión me cayó como baldazo de agua fría. Me lo contó mientras tomábamos unas latitas de Pilsen por el Centro Cívico. Ella era alta, de 1.67 m, de piel blanca y ojos marrones claros con una sonrisa contagiosa que muy pocas veces dejaba explotar ante alguna ocurrencia mía. Había venido para esa noche vestida de con una blusa negra con uno de sus botones sueltos que dejaba ver el brassier de encaje color turquesa que cubría sus pequeños pechos cuando se agachaba un poco a amarrarse o acomodarse las zapatillas. Además, vestía un pantalón bien pegado que dejaba ver ese culo bien formado que tenía, y es que dios es sabio en las proporciones, da culo a las que carecen de tetas y viceversa. Su cabello ondeado recién lavado aún mantenía el aroma del shampoo floral que solía usar. Era una delicia estar a su lado y un martirio contener las ganas de cogerte a tu amiga de años y más en una situación como las que ella padece una enfermedad mental. Ya íbamos por las 8 latas cuando entre lágrimas me confiesa que su origen se podría rastrear en el momento cuando su enamorado de universidad la dejó por una chica en donde hacía sus prácticas. Ella pensaba que él iba a ser el chico de su vida y esa idea fue un lastre para sus otras relaciones pues siempre paraba comparándolos con el ex. Eso nunca le permitió tener relaciones largas, solo eran peleas y reconciliaciones efímeras. Lo sé, porque como amigo siempre me llamaba para tomar y celebrar el fin de sus fallidas relaciones. A lo mucho, en esos momentos de alcohol, solo terminábamos besándonos mientras bailábamos o cuando me lo pedía entre copas. Nunca quise ir más allá porque valoraba esa amistad forjada en las aulas universitarias. Y todo normal al día siguiente, solo era recordar esos momentos como anécdotas de borrachos. Pero esta noche era diferente, fue distinta. Ella me dijo cuándo me abrazaba “quiero que me caches”. Al inicio lo tomé como una broma y esperaba que en cualquier momento me diga “es una broma”, pero no sucedió porque después vino un beso con lengua que hizo que ni corto ni perezoso tomemos un taxi con dirección a Risso para ir a un hotel y que uno de sus cuartos sean testigos de la arrechera y las ganas que le tenía. Rogaba que en plena carrera en el taxi esas ganas de coger no se le vayan y que la razón siga aun ausente en las decisiones que ella había tomado. Llegamos y subimos al cuarto. En su rostro se dibujaba la duda de consumar lo que alcohol había generado entre ambos. Pero unos masajes y besos junto a unas sobadas en su entrepierna avivaron esas intenciones de sexo desenfrenado. Se dejó desnudar y pude ver que llevaba puesto un conjunto de encaje que me hizo saber que ella venía ya preparada o al menos con las intenciones de mostrarlas. Comencé sopearla, estaba rasurada, pero esos vellos indican como dos días de crecimiento, luego me fui a los senos y empecé a prenderme con voracidad a sus rosados pezones que se ponían más rojos por el brillo del foco y la saliva que dejaba en ellos. Ella se prendió de mi miembro y con una destreza que desconocía empezó a succionar con desesperación lamiendo el tronco y las bolas dejando el escroto empapado en baba. Cuando succionaba era arrechante ver la mirada que se mandaba desde ahí abajo. Solita se recostó de espaldas y abriendo las piernas pedía que se la meta de una vez, a lo que accedí gustoso. Pude sentir lo húmeda y caliente que estaba y como tenía el monte de venus hinchado por la excitación. Empezamos con la pose del misionero para pasar a la del perrito, en la que pude ver y apreciar cómo se le formaba ese rico culo en forma de perita y lo tenía a mi disposición. Las pequeñas tetas ayudadas con la gravedad se veían más grandes. Le jalaba el pelo y ella se dejaba gritando “cáchame, cáchame más fuerte. Soy tu pera”, y esas cosas me excitaban más y eran el motor ara metérsela con más fuerzas. Mis huevos rebotaban y aplaudían contra su pubis. Pasamos a que ella se monte encima de mí y cabalgaba con unos movimientos tan rítmicos mientras monis sus manos en mis hombros. “sí, sí, qué rico” decía repetidamente y cuando sentía que me venía la eché en la cama y me vacié en su cara y ella con lengua trataba de llegar donde el esperma había caído y se ayudaba con los dedos para colocarlo en su boca. Descansamos un rato y repetimos, pero esta vez algo de razón abordó nuestras cabezas. Ya no había marcha atrás, ella ganaba un caché y yo perdía una amiga. Nos dormimos y al día siguiente nos fuimos. Una semana no me hablaba, imaginé que andaba palteada y lo entendí. Hasta que una noche me escribe y nos dice para vernos. Quedamos y en una de esas bancas atrás del Sheraton me dice que le gustó lo que ocurrió esa noche porque sintió que la reanimó de su depresión y quería volver a hacerlo ya que se iba a ir de viaje y andaba bajoneada por eso. Se quería ir a España a trabajar, eso fue lo que me dijo. Le habrían ofrecido un trabajo y quería aprovechar para olvidarse de su ex y tener una buena despedida conmigo porque quizá ya no iba a volver. Tomamos, esta vez poco, cogimos como locos, en el último polvo ella se puso a llorar y me decía que me quería mucho y que si ya no regresaba de España que la recuerde y que recuerde estos momentos. Pasó otra semana más sin hablarme, ya que faltaba otra semana más para su viaje y asumí que aparte de paletada andaba ocupada alistando sus cosas y poniendo en orden algunos pendientes por aquí, así que entendí la situación. Tres noches antes de su viaje me llama una amiga en común y me dice que ella se había muerto. Una sobredosis de pastillas para dormir le habían otorgado el sueño eterno y el fin de sus problemas. No dejó despedidas escritas ni nada, pero yo sé que ella se despidió de mí en nuestro último encuentro. No me lo dijo directamente, pero esas lágrimas en el cuarto de hotel y ese “te quiero mucho” pidiendo que nunca la olvide fueron su manera de despedirse. En el velorio me enteré que nunca existió la oportunidad de irse a España. Cargué el ataúd porque la mayoría de asistentes al velatorio eran mujeres. Y entre lágrimas de tristeza me vi a mí mismo como el piloto que la llevaba al lugar donde descansaría para la eternidad. 1 4
Pancracio95 Publicado 16 de Marzo del 2023 Publicado 16 de Marzo del 2023 Buena pluma, triste final 🪶
pichulapazo Publicado 16 de Marzo del 2023 Publicado 16 de Marzo del 2023 Si que fue duro este relato eh , y bueno se quizo despedir de la mejor forma contigo, y bueno solo quedarán esos recuerdos, hay personas que llegan a tener problemas con eso , nunca me ah pasado pero si conozco personas así.
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