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Escuché sus tacones a lo lejos. A través del oscuro pasillo sus largas piernas se iban mostrando a través de la penumbra paso a paso.

Afuera estaba lloviendo y cuando entró en mi oficina con su camiseta mojada no pude evitar mirar sus enormes pechos.  Se sentó enfrente de mí.

Mi polla comenzaba a palpitar y a crecer.

No llevaba sujetador y a través de la camiseta se veían sus enormes pezones con la aureola pegada al textil mientras unas gotas de lluvia se deslizaban por ellos.

- Necesito tus servicios otra vez. Pero esta vez no tengo dinero - Dijo- Espero que encontremos una solución.

Yo no podía hablar. Mucho menos moverme ni levantarme. Mi polla había credido tanto que estaba a punto de reventar mis pantalones.

Miré sus pezones, otra vez. Después mis pantalones. No iban a resistir. Reventarían.

Ella lo notó. Sonrió levemente. Se levantó y se dirigió a la puerta para cerrarla. Con llave.

Mientras estaba sentado se acercó detrás de mí. Puso su boca en mi oreja y comenzó a respirar y a gemir. Podía sentir su aliento caliente mientras sus manos desabrochaban mis pantalones dejando salir abruptamente mi polla. Como toro encerrado. Acercó sus dedos a mis labios, mojándolos para después volver con ellos a mi polla, acariciándola suavemente.

Se giró y se puso de rodillas. Dejó caer saliba de sus labios que cayó en mi glande quedando empapado. Acercó sus pechos mojados y los acarició con mi polla.

Acercó mis manos a ellos y dejó que por unos segundos notasen el tacto de sus pezones. Estaban duros, como una roca. Su aureola era perfecta, parecía tallada por un artista, formas uniformes, rugosidades exactas.

Ella estaba caliente.

Quería mi polla.

Y mi polla quería sus enormes tetas.

Muy despacio comenzó a quitar su camiseta pegada de la lluvia para dejar sus pechos al aire. Con su mano derecha agarró mi polla y mientras la movía de arriba a abajo, aumentaba su presión hasta casi doler.

Me miró a los ojos. Su sonrisa se convirtió en pícara.

- Vas a darme leche.

Con sus labios introdujo mi glande en su boca. Cerró bien el espacio y le dió un lametón.

Mi polla estaba a punto de estallar. Las venas estaban palpitando y a cada movimiento suyo parecía que crecía más.

Abofeteó sus pechos con mi polla y la puso en medio de los dos. Apretándolos para ponerla en presión, comenzó a moverlos arriba y abajo. Muy despacio.

Arriba y abajo, una, dos, tres, cuatro veces. A la quinta paró, y siguió con su boca hasta el fondo apretando sus labios para volver a sacarla,  para volver a empezar la reanimación de mi polla con sus pechos.

Arriba y abajo. Por momentos acariciaba sus pezones con mi glande.

Mi polla palpitaba. A punto de estallar. A punto de entrar en erupción!

Sus pechos arriba y abajo, aprentando fuerte. Mantenía su mirada en mis ojos. Y mis ojos no paraban de mirar sus pechos sometiendo a mi rabo.

Arriba y abajo.

Me miró y mientras sus pechos se paraban abajo en seco susurró: córrete.

Mi polla tomó vida propia y le hizo caso. Comenzó a expulsar semen a presión, como un volcán. Y mientras el semen caía entre sus pechos y mi polla, comenzó de nuevo a mover sus pechos entre ella. Esta vez más fuerte.

Mi orgasmo era brutal. Grité de extasis. Mi polla se vació y dejó sus enormes tetas empapadas. El agua de la lluvia dejó paso a mi semen.

Se levantó mientras sus dedos recogían mis fluidos y se los tragó. Se puso la camiseta y mientras pasaba su dedo por mis labios dijo:

- Mañana volveré para que me hagas el trabajo.

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