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PUTAS: LA ASPIRINA PARA LA SOLEDAD


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Tienes veintidós años. Estudias una carrera de mierda en una universidad estatal. Odias estudiar, del mismo modo que también odias trabajar. Nunca vas a clases, la pasas siempre en casa, en la soledad de tu habitación. No hay amigos ni novia. En el pasaron hubieron algunos, pero ahora ya no están. “¡Al pincho si estoy solo, si me dejaron solo!”, piensas mientras te desabrochas el pantalón. Enfrente de ti, la pantalla de tu ordenador. La misma pantalla que ves todos los días, desde que despiertas hasta que te acuestas. La única testigo de tus pajas más apoteósicas, esas pajas en las que tu semen sale disparado no a 45 km/h sino a 10000 km/h. Bueno, al menos así es como tú lo percibes. Entonces, con el pantalón en el suelo y sentado en un mueble incómodo que te agrava cada vez más las hemorroides, reproduces el vídeo porno en formato 4K Ultra Super Mega HD de japonecitas siendo sodomizados por afroamericanos altos, robustos y pingones. Siete u ocho minutos después, tras agitarte tus quince centímetros de carne, al fin acabas. Te quedas dormido. Luego despiertas, repites la misma operación quince o veinte veces y vuelves a quedarte dormido. Al día siguiente, lo mismo. Y los otros días también, y así hasta el infinito. Tu vida miserable parece no tener fin.

Pero un día todo cambia. No sabes cómo ni por qué, pero acabas entrando en uno de esos foros digitales donde las conversaciones y las publicaciones giran en torno a los prostíbulos y las putas. Uno de esos foros nacidos en la Red donde las mujeres no son percibidas como mujeres sino como pedazos de carne —de carne muerta, mejor dicho—, donde las hembras son solo carroña que puede ser comprada por quien maneje sus monedas. No estamos hablando de fortunas ni de grandes riquezas, sino de lo que cualquier trabajador asalariado con pocos gastos podría acumular semanalmente. Mientras lees las publicaciones que se realizan en el foro tu pichula comienza a engordar. Recuerdas los viejos polvos en la universidad, ya sea con tu exnovia o con la que en ese entonces era su mejor amiga. Recuerdas cuando te las cachabas en el jardín de tu universidad (como la universidad donde estudias es inmensa, en las noches puedes tirar prácticamente en cualquier lado). Recuerdas cuando te cachabas a tu ex tantas veces seguidas que del meato de tu pichula apenas salía semen (un hilito, una babita saliendo por el ojo de tu verga). Recuerdas cuando fumabas yerba con la amiguita de tu ex y esta te pedía que se la metieras por el culo y le hacías caso y luego te sorprendías porque le habías extraído unos cuantos gramos de materia fecal (un poco de caca en tu pichula y en tus pendejos). Los recuerdos se tornan reales, como si estuviesen sucediendo ahora, aquí mismo. Pero después te das cuenta que son solo recuerdos, recuerdos que fueron pero ya no volverá. “¡Por la conchasumadre!”, te dices a ti mismo y comiezas a buscar el burdel que se encuentre más cerca a tu casa. Como no tienes amigos, te paltea un poco ir muy lejos. Durante media hora buscas y buscas el chongo adecuado, y finalmente das con él. Sirenitas Vip. Así se llama, así lo llaman. “Ojalá hayan buenas putas, buenos culos”, piensas, porque a ti solo te gustan los potos, al pincho si sus caras están hasta las huevas, si son chibolas o viejas, si son blancas o negras, solo quieres que tengan buenos potos, que no el más grande sino el mejor: potos bonitos, bien formaditos, tallados como por los mejores escultores de la historia (¿los griegos?, ¿los renacentistas?). Como estás bien arrecho, quieres ir a ese chongo en ese mismo momento, pero consideras que podría ser un poco imprudente. Veinte minutos más tarde te encuentras exactamente en la entrada del chongo. Un tío te dice que pases, le haces caso, otro tío te revisa lo que tienes (te revisa de tal modo que hasta sientes sus manos en tus pelotas), una tía o quizá un tío (no hay forma de precisarlo) te recibe los diez soles que le dejas en la ventanilla y te entrega un ticket, finalmente un último tío te recibe el ticket y te dice que entres, que lo pases bien, que disfrutes de los placeres breves pero intensos de la vida, que folles hasta el exceso, en fin: que cojas a todo lo que tenga vagina. “Claro, maestro, eso es lo que haré”, le dices. “El dinero no es ningún problema”, te dices a ti mismo. Por supuesto, tú no trabajas. Pero como casi nunca vas a la universidad, ahorras el dinero que tus viejos te proporcionan. ¡Ay, si tan solo tus viejos se dieran cuenta de lo parásito que eres, probablemente ya estarías aquí desde hace mucho, estarías en este burdel de mierda no como consumidor sino como objeto de consumo, no como cazador sino como carne! Felizmente, tus viejos ni se imaginan lo miserable que eres. Y tú, como eres un insensible de mierda, no tienes reparos en gastar el dinero en todas las perras que quieras. Las ves. Ves a las putas de abigarradas formas. Las hay bajitas, altas, medianas. Cerdas, rellenitas, normales, fitness y una que otra raquítica, tan raquítica que por momentos te hacen dudar si realmente la prostitución es realmente un oficio bien remunerado (“a esta creo que no le alcanza ni para costearse los gastos para alimentarse”, piensas). Las hay blanquitas, cholas (marrones como tú), negras. Ninguna amarilla o con pinta de asiática. Todas ellas, paradas en las puertas de sus respectivos cuartos, casi sin moverse. Los únicos que se mueven son los clientes, los parroquianos. Tú, por ejemplo, te desplazas por todos los rincones del chongo, por sus secretos. Y mientras lo haces, recuerdas una película francesa dirigida por un argentino. Piensas en esa película por el rojo que predomina en todos los espacios que hasta el momento has recorrido. Rojo, todo rojo. Rojo sangre, rojo menstruación. Haces un esfuerzo por recordar la película, pero solo recuerdas algunas escenas, algunas imágenes. Una mujer embarazada siendo violada analmente durante quince minutos. Homosexuales, muchos homosexuales en un club nocturno sadomasoquista. Un transexual mostrando su pequeño pene arrugado.

El Sirenitas Vip tiene dos pisos. En el foro que tú sueles visitar, se asegura que no siempre fue así, que en un inicio era solamente un piso. Bueno, tú en aquella época ni sabías que existía este burdel, menos aún que te tardaría únicamente veinte minutos venir lateando hasta aquí. Porque sí, así como viniste lateando hasta este chongo, ahora lateas rápidamente por sus dos pisos, te desplazas con celeridad por todos sus corredores. Te formulas a ti mismo la pregunta de rigor: “¿cuántas perras valen realmente la pena?” No son muchas, obviamente, las puedes contar con los dedos de las manos. Serán nueve o diez las que realmente valen la pena. Tratas de ver los cartelitos que aparecen arriba de sus cuartos, pero estás tan arrecho que no puedes comprender lo que lees. Ves las letras, sus formas, su tipografía, pero no entiendes lo que lees. Ves la D+O+M+I+N+I+C, pero no puedes interpretar lo que eso quiere decir, ni siquiera lo puedes leer mentalmente. Solo puedes ver a la perra que está debajo, una flaquita con lentes, algo alta, guapa, se nota que no es peruana (¿ecuatoriana?, ¿veneca?), culo no tan cachetón pero con su formita, senos también medianos, la cintura, eso sí, estrecha, bien angosta. “¡Qué rico sería cachármela en perro!”, piensas y mientras quieres acercarte para comértela, un huevón se te adelanta y la rapta frente a tus narices. Te llega al pincho esperar, así que sacas la vuelta y continúas moviéndote. Te mueves, te mueves. Y entonces encuentras a una perra que te parece rica, riquísima (al menos a ti te gusta mucho porque te recuerda a una ex del colegio, un fantasma del pasado que a veces vuelve en forma de sueños húmedos). Avergonzado, te acercas y entras al cuarto con ella. Ni preguntas el precio. Una vez que la puerta del cuarto se cierra completamente, comienzas a sentir el bochorno, el calor abrasivo de una ciudad subtropical como Lima. “Oye, amiga, ¿puedes encender el ventilador?”, le dices. “Está malogrado, papi”, te dice la colocha (realmente aún no sabes que es colocha; eso lo sabrás después, cuando averigües su ranking en el foro de Internet). ¿Cuál es tu nombre?, le dices. “Rosario, soy Rosario, papi”. “Lindo nombre”, piensas, “un lindo nombre para alguien como ella”. Te das asco por ser tan enamoradizo. Mientras tanto, le miras sus lentes, su más de 170 cm de altura, su piel blanca o clara, su rostro agraciado que te recuerda a tu primera enamorada del colegio, sus piernas anchas, su abdomen ligeramente flácido (se nota que no va al gym, y eso hace que te guste aún más), su cabello liso, negro azabache, ni muy largo ni muy corto. Una yegua por donde la veas. Y mientras piensas en lo imponente que se ve, recuerdas que estás ahí, que has caminado veinte minutos, que has gastado diez lucas en la entrada, recuerdas que estás ahí con un único fin: cachar, matar, joder, tirar, culear, coger, fornicar, follar, copular. Entonces te bajas el pantalón y te das cuenta que tu sexo no responde. La pichula muerta, cohibida, totalmente intimidada. (Del mismo modo, tú también te sientes intimidado por una hembra a la que en ese momento consideras muy rica.) “No responde, debe ser porque estás muy rica”, le dices. Ella se caga de risa. (En tus pensamientos, ella se sonroja; en la vida real, solo se ríe y siente lástima por ti, por tu impotencia sexual, por tu verga muerta). “Vamos, no te preocupes, yo lo haré revivir, soy una profesional”, te dice mientras te coloca el poncho y comienza a chupártela. Efectivamente: ella es una profesional: tu pichula se erecta. Aunque quizá no lo suficiente para que puedes sentir el ajuste de su vagina. (Realmente, por más erecta que tengas la pichula, no hay forma de que sientas la presión de su cavidad vaginal). Ella te sugiere follar frente a frente, misionero. Le haces caso; en esa pose puedes sentir una ligera presión en la verga, en el cuellito de tu verga. Sin embargo, eso no te excita mucho: lo que a ti te excita es follar en doggy, en cuatro, en perrito. Se lo dices: “hay que hacerlo en cuatro”. Ella accede y se agacha. Cuando descubres que sus nalgas y sus piernotas son casi el triple de tus piernecitas, no te lo crees. Te quedas imbécil y te das cuentas que ella no es para ti, que es para otros, para unos mal altos y pingones. Por ponerlo en palabras sencillas: por más guapa que te parezca la puta, no es de tu talla. Te sientes como cuando eras niño y te colocabas las casacas de tu viejo. “Coger a esta puta”, piensas, “es como coger la nada, el vacío, un agujero negro en el espacio. Un agujero negro por el que desearía poder escapar”. Y entonces, mientras continúas agitando las piernas, tocando sus nalgas, moviéndote como perro, te das cuenta que ella está aburrida, abstraída en sus asuntos sin sentir tu pinga. Hasta la percibes un poco decepcionada. Al poco rato la puta comienza a verte por el espejo, saca su lengüita y se muerde los labios, y te muestra un rostro tan sugerente y seductor que eyaculas a los pocos segundos. Te colocas el pantalón, luego la camisa, le pagas cuarenta lucas, “oye, chau”, le dices y te da un beso en la mejilla. Luego vas al baño, echas una meada y piensas en lo poco estrecho que era su vagina. “O quizá soy yo el que la tiene muy chica”, piensas y un poco de orina cae en tu pantalón. Luego, mientras te lavas la cara y el pelo, reflexionas sobre lo linda que te resultaba esa perra. Te imaginas conociéndola en otro lugar, en la universidad, en la biblioteca, en un festival de cine, en un concierto de jazz. “Realmente estoy yendo muy lejos, por más rica que esté solo es una puta”, te dices, sintiéndote asqueroso por ser tan enamoradizo, tan sentimental, tan baboso, tan, tan humano.

Muchas horas después te comerás tres putas más. Pero en este momento no lo sabes. Continúas desplazándote por los recovecos más siniestros del prostíbulo.

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buen relato ,, y eso que fue largo el texto...pero igual..sigue explorando ..ademas buscando ajuste de una putA...JJAJA

Publicado

JAJAJJ lo leí todo, exquisito relato, me detuve a reflexionar en algunos párrafos porque paracía que lo habia vivido, o lo viví realmente, jajaja. Buena broth.

Publicado
hace 1 hora, miko_tan dijo:

buen relato ,, y eso que fue largo el texto...pero igual..sigue explorando ..ademas buscando ajuste de una putA...JJAJA

Soy nuevo en este interesante y sórdido universo de las putas. Conforme conozca más chongos, estaré escribiendo nuevas entradas (entre relato erótico y ranking). De putamadre, bro.

Publicado (editado)
hace 53 minutos, lucifer123 dijo:

JAJAJJ lo leí todo, exquisito relato, me detuve a reflexionar en algunos párrafos porque paracía que lo habia vivido, o lo viví realmente, jajaja. Buena broth.

Con razón el foro lleva por nombre Hermanos de Leche. Al fin lo entiendo: todos nosotros hemos experimentado lo mismo. Quizá no con la misma puta ni en el mismo chongo, pero la historia y la anécdota continúan siendo idénticas, repitiéndose constantemente (como si la existencia humana no fuera más que recorridos circulares que siempre nos devuelven al mismo punto). 

Vemos putas con distintas voces y rostros, pero eso es simple apariencia. Lo que es importante son las experiencias, las sensaciones, las emociones que esas putas generan en nosotros. Y eso, al fin y al cabo, todos lo hemos vivido (o, en todo caso, lo viviremos).
De putamadre por leer todo, bro. Ya subiré más entradas. 

Editado por ElCronistaRojo
error ortográfico
Publicado
hace 13 minutos, ElCronistaRojo dijo:

Con razón el foro lleva por nombre Hermanos de Leche. Al fin lo entiendo: todos nosotros hemos experimentado lo mismo. Quizá no con la misma puta ni en el mismo chongo, pero la historia y la anécdota continúan siendo idénticas, repitiéndose constantemente (como si la existencia humana no fuera más que recorridos circulares que siempre nos devuelven al mismo punto). 

Vemos putas con distintas voces y rostros, pero eso es simple apariencia. Lo que es importante son las experiencias, las sensaciones, las emociones que esas putas generan en nosotros. Y eso, al fin y al cabo, todos lo hemos vivido (o, en todo caso, lo viviremos).
De putamadre por leer todo, bro. Ya subiré más entradas. 

Broth, por cierto, como se llama esa pelicula que dice que es Francesa y que la dirigió un argentino, me interesa la trama que dices que tiene.

Publicado
hace 24 minutos, lucifer123 dijo:

Broth, por cierto, como se llama esa pelicula que dice que es Francesa y que la dirigió un argentino, me interesa la trama que dices que tiene.

Irreversible, de Gaspar Noé. Es buena. Lo extraño es que aunque la vi hace mucho, cuando entré al chongo recordé instantáneamente esa película. Debe ser por esa costumbre que tienen los chongos de iluminar todos sus pasadizos con un rojo obsceno, ja, ja,  ja.

Publicado

Eres de la uni?, Por un momento pensé que era el relato de una ex despechada buen aporte bro

Publicado
En 13/12/2018 a las 14:21, gab15xd dijo:

Eres de la uni?, Por un momento pensé que era el relato de una ex despechada buen aporte bro

No, bro, soy de la San Marcox. O mejor dicho: era de la San Marcox, porque dado que en ese lugar no aprendía ni un carajo decidí abandonarlo definitivamente. 
Chévere por leer todo, mano.

 

  • 3 weeks later...
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buena broder ese relato es para reflexionar  todo el poder de esa culonas

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Jajajajaja me identifico en grandes aspectos , yo tambien soy universitario y con tu edad por ahí . Pero me imagino estar en tu situación jajajaja morí de risa

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Gran relato bro, me senti identificado. 

  • 1 year later...
Publicado (editado)

Si los foristas de HDL tuvieran la décima parte de la creatividad literaria de @ElCronistaRojo, este foro elevaría su nivel. La paradoja se revela en que el relato proviene de un "pollito" poseedor de una prosa más viva y acaudalada que la de muchos foristas de rangos élite.

Felicitaciones!

Editado por ONETTI
Publicado
En 8/12/2018 a las 20:43, ElCronistaRojo dijo:

Tienes veintidós años. Estudias una carrera de mierda en una universidad estatal. Odias estudiar, del mismo modo que también odias trabajar. Nunca vas a clases, la pasas siempre en casa, en la soledad de tu habitación. No hay amigos ni novia. En el pasaron hubieron algunos, pero ahora ya no están. “¡Al pincho si estoy solo, si me dejaron solo!”, piensas mientras te desabrochas el pantalón. Enfrente de ti, la pantalla de tu ordenador. La misma pantalla que ves todos los días, desde que despiertas hasta que te acuestas. La única testigo de tus pajas más apoteósicas, esas pajas en las que tu semen sale disparado no a 45 km/h sino a 10000 km/h. Bueno, al menos así es como tú lo percibes. Entonces, con el pantalón en el suelo y sentado en un mueble incómodo que te agrava cada vez más las hemorroides, reproduces el vídeo porno en formato 4K Ultra Super Mega HD de japonecitas siendo sodomizados por afroamericanos altos, robustos y pingones. Siete u ocho minutos después, tras agitarte tus quince centímetros de carne, al fin acabas. Te quedas dormido. Luego despiertas, repites la misma operación quince o veinte veces y vuelves a quedarte dormido. Al día siguiente, lo mismo. Y los otros días también, y así hasta el infinito. Tu vida miserable parece no tener fin.

Pero un día todo cambia. No sabes cómo ni por qué, pero acabas entrando en uno de esos foros digitales donde las conversaciones y las publicaciones giran en torno a los prostíbulos y las putas. Uno de esos foros nacidos en la Red donde las mujeres no son percibidas como mujeres sino como pedazos de carne —de carne muerta, mejor dicho—, donde las hembras son solo carroña que puede ser comprada por quien maneje sus monedas. No estamos hablando de fortunas ni de grandes riquezas, sino de lo que cualquier trabajador asalariado con pocos gastos podría acumular semanalmente. Mientras lees las publicaciones que se realizan en el foro tu pichula comienza a engordar. Recuerdas los viejos polvos en la universidad, ya sea con tu exnovia o con la que en ese entonces era su mejor amiga. Recuerdas cuando te las cachabas en el jardín de tu universidad (como la universidad donde estudias es inmensa, en las noches puedes tirar prácticamente en cualquier lado). Recuerdas cuando te cachabas a tu ex tantas veces seguidas que del meato de tu pichula apenas salía semen (un hilito, una babita saliendo por el ojo de tu verga). Recuerdas cuando fumabas yerba con la amiguita de tu ex y esta te pedía que se la metieras por el culo y le hacías caso y luego te sorprendías porque le habías extraído unos cuantos gramos de materia fecal (un poco de caca en tu pichula y en tus pendejos). Los recuerdos se tornan reales, como si estuviesen sucediendo ahora, aquí mismo. Pero después te das cuenta que son solo recuerdos, recuerdos que fueron pero ya no volverá. “¡Por la conchasumadre!”, te dices a ti mismo y comiezas a buscar el burdel que se encuentre más cerca a tu casa. Como no tienes amigos, te paltea un poco ir muy lejos. Durante media hora buscas y buscas el chongo adecuado, y finalmente das con él. Sirenitas Vip. Así se llama, así lo llaman. “Ojalá hayan buenas putas, buenos culos”, piensas, porque a ti solo te gustan los potos, al pincho si sus caras están hasta las huevas, si son chibolas o viejas, si son blancas o negras, solo quieres que tengan buenos potos, que no el más grande sino el mejor: potos bonitos, bien formaditos, tallados como por los mejores escultores de la historia (¿los griegos?, ¿los renacentistas?). Como estás bien arrecho, quieres ir a ese chongo en ese mismo momento, pero consideras que podría ser un poco imprudente. Veinte minutos más tarde te encuentras exactamente en la entrada del chongo. Un tío te dice que pases, le haces caso, otro tío te revisa lo que tienes (te revisa de tal modo que hasta sientes sus manos en tus pelotas), una tía o quizá un tío (no hay forma de precisarlo) te recibe los diez soles que le dejas en la ventanilla y te entrega un ticket, finalmente un último tío te recibe el ticket y te dice que entres, que lo pases bien, que disfrutes de los placeres breves pero intensos de la vida, que folles hasta el exceso, en fin: que cojas a todo lo que tenga vagina. “Claro, maestro, eso es lo que haré”, le dices. “El dinero no es ningún problema”, te dices a ti mismo. Por supuesto, tú no trabajas. Pero como casi nunca vas a la universidad, ahorras el dinero que tus viejos te proporcionan. ¡Ay, si tan solo tus viejos se dieran cuenta de lo parásito que eres, probablemente ya estarías aquí desde hace mucho, estarías en este burdel de mierda no como consumidor sino como objeto de consumo, no como cazador sino como carne! Felizmente, tus viejos ni se imaginan lo miserable que eres. Y tú, como eres un insensible de mierda, no tienes reparos en gastar el dinero en todas las perras que quieras. Las ves. Ves a las putas de abigarradas formas. Las hay bajitas, altas, medianas. Cerdas, rellenitas, normales, fitness y una que otra raquítica, tan raquítica que por momentos te hacen dudar si realmente la prostitución es realmente un oficio bien remunerado (“a esta creo que no le alcanza ni para costearse los gastos para alimentarse”, piensas). Las hay blanquitas, cholas (marrones como tú), negras. Ninguna amarilla o con pinta de asiática. Todas ellas, paradas en las puertas de sus respectivos cuartos, casi sin moverse. Los únicos que se mueven son los clientes, los parroquianos. Tú, por ejemplo, te desplazas por todos los rincones del chongo, por sus secretos. Y mientras lo haces, recuerdas una película francesa dirigida por un argentino. Piensas en esa película por el rojo que predomina en todos los espacios que hasta el momento has recorrido. Rojo, todo rojo. Rojo sangre, rojo menstruación. Haces un esfuerzo por recordar la película, pero solo recuerdas algunas escenas, algunas imágenes. Una mujer embarazada siendo violada analmente durante quince minutos. Homosexuales, muchos homosexuales en un club nocturno sadomasoquista. Un transexual mostrando su pequeño pene arrugado.

El Sirenitas Vip tiene dos pisos. En el foro que tú sueles visitar, se asegura que no siempre fue así, que en un inicio era solamente un piso. Bueno, tú en aquella época ni sabías que existía este burdel, menos aún que te tardaría únicamente veinte minutos venir lateando hasta aquí. Porque sí, así como viniste lateando hasta este chongo, ahora lateas rápidamente por sus dos pisos, te desplazas con celeridad por todos sus corredores. Te formulas a ti mismo la pregunta de rigor: “¿cuántas perras valen realmente la pena?” No son muchas, obviamente, las puedes contar con los dedos de las manos. Serán nueve o diez las que realmente valen la pena. Tratas de ver los cartelitos que aparecen arriba de sus cuartos, pero estás tan arrecho que no puedes comprender lo que lees. Ves las letras, sus formas, su tipografía, pero no entiendes lo que lees. Ves la D+O+M+I+N+I+C, pero no puedes interpretar lo que eso quiere decir, ni siquiera lo puedes leer mentalmente. Solo puedes ver a la perra que está debajo, una flaquita con lentes, algo alta, guapa, se nota que no es peruana (¿ecuatoriana?, ¿veneca?), culo no tan cachetón pero con su formita, senos también medianos, la cintura, eso sí, estrecha, bien angosta. “¡Qué rico sería cachármela en perro!”, piensas y mientras quieres acercarte para comértela, un huevón se te adelanta y la rapta frente a tus narices. Te llega al pincho esperar, así que sacas la vuelta y continúas moviéndote. Te mueves, te mueves. Y entonces encuentras a una perra que te parece rica, riquísima (al menos a ti te gusta mucho porque te recuerda a una ex del colegio, un fantasma del pasado que a veces vuelve en forma de sueños húmedos). Avergonzado, te acercas y entras al cuarto con ella. Ni preguntas el precio. Una vez que la puerta del cuarto se cierra completamente, comienzas a sentir el bochorno, el calor abrasivo de una ciudad subtropical como Lima. “Oye, amiga, ¿puedes encender el ventilador?”, le dices. “Está malogrado, papi”, te dice la colocha (realmente aún no sabes que es colocha; eso lo sabrás después, cuando averigües su ranking en el foro de Internet). ¿Cuál es tu nombre?, le dices. “Rosario, soy Rosario, papi”. “Lindo nombre”, piensas, “un lindo nombre para alguien como ella”. Te das asco por ser tan enamoradizo. Mientras tanto, le miras sus lentes, su más de 170 cm de altura, su piel blanca o clara, su rostro agraciado que te recuerda a tu primera enamorada del colegio, sus piernas anchas, su abdomen ligeramente flácido (se nota que no va al gym, y eso hace que te guste aún más), su cabello liso, negro azabache, ni muy largo ni muy corto. Una yegua por donde la veas. Y mientras piensas en lo imponente que se ve, recuerdas que estás ahí, que has caminado veinte minutos, que has gastado diez lucas en la entrada, recuerdas que estás ahí con un único fin: cachar, matar, joder, tirar, culear, coger, fornicar, follar, copular. Entonces te bajas el pantalón y te das cuenta que tu sexo no responde. La pichula muerta, cohibida, totalmente intimidada. (Del mismo modo, tú también te sientes intimidado por una hembra a la que en ese momento consideras muy rica.) “No responde, debe ser porque estás muy rica”, le dices. Ella se caga de risa. (En tus pensamientos, ella se sonroja; en la vida real, solo se ríe y siente lástima por ti, por tu impotencia sexual, por tu verga muerta). “Vamos, no te preocupes, yo lo haré revivir, soy una profesional”, te dice mientras te coloca el poncho y comienza a chupártela. Efectivamente: ella es una profesional: tu pichula se erecta. Aunque quizá no lo suficiente para que puedes sentir el ajuste de su vagina. (Realmente, por más erecta que tengas la pichula, no hay forma de que sientas la presión de su cavidad vaginal). Ella te sugiere follar frente a frente, misionero. Le haces caso; en esa pose puedes sentir una ligera presión en la verga, en el cuellito de tu verga. Sin embargo, eso no te excita mucho: lo que a ti te excita es follar en doggy, en cuatro, en perrito. Se lo dices: “hay que hacerlo en cuatro”. Ella accede y se agacha. Cuando descubres que sus nalgas y sus piernotas son casi el triple de tus piernecitas, no te lo crees. Te quedas imbécil y te das cuentas que ella no es para ti, que es para otros, para unos mal altos y pingones. Por ponerlo en palabras sencillas: por más guapa que te parezca la puta, no es de tu talla. Te sientes como cuando eras niño y te colocabas las casacas de tu viejo. “Coger a esta puta”, piensas, “es como coger la nada, el vacío, un agujero negro en el espacio. Un agujero negro por el que desearía poder escapar”. Y entonces, mientras continúas agitando las piernas, tocando sus nalgas, moviéndote como perro, te das cuenta que ella está aburrida, abstraída en sus asuntos sin sentir tu pinga. Hasta la percibes un poco decepcionada. Al poco rato la puta comienza a verte por el espejo, saca su lengüita y se muerde los labios, y te muestra un rostro tan sugerente y seductor que eyaculas a los pocos segundos. Te colocas el pantalón, luego la camisa, le pagas cuarenta lucas, “oye, chau”, le dices y te da un beso en la mejilla. Luego vas al baño, echas una meada y piensas en lo poco estrecho que era su vagina. “O quizá soy yo el que la tiene muy chica”, piensas y un poco de orina cae en tu pantalón. Luego, mientras te lavas la cara y el pelo, reflexionas sobre lo linda que te resultaba esa perra. Te imaginas conociéndola en otro lugar, en la universidad, en la biblioteca, en un festival de cine, en un concierto de jazz. “Realmente estoy yendo muy lejos, por más rica que esté solo es una puta”, te dices, sintiéndote asqueroso por ser tan enamoradizo, tan sentimental, tan baboso, tan, tan humano.

Muchas horas después te comerás tres putas más. Pero en este momento no lo sabes. Continúas desplazándote por los recovecos más siniestros del prostíbulo.

No tienes el rango suficiente para ver este contenido.

Papi por que estás leyendo mi diario :big_smile:

hace 22 horas, ONETTI dijo:

Si los foristas de HDL tuvieran la décima parte de la creatividad literaria de @ElCronistaRojo, este foro elevaría su nivel. La paradoja se revela en que el relato proviene de un "pollito" poseedor de una prosa más viva y acaudalada que la de muchos foristas de rangos élite.

Felicitaciones!

Me acordé de algo similar en el grupo famosillo de FaceBook "BEBA ARMY" :boss:

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A veces ya uno se va acostumbrando a eso de ir a las putas que ya no tienes interés en tener una relación y estar con alguien te acostumbras a esa rutina de probar diferentes culos sin mucho esfuerzo solo pagas y ya lo tienes a tu disposición y tu corazón se va volviendo frío y sin sentimientos.

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