Maik22 Publicado 13 de Octubre del 2014 Publicado 13 de Octubre del 2014 Buenas noches HDL, esta fue una experiencia deliciosa que me exita cada vez que la recuerdo. La amiga de mi enamorada, estudiaba con nosotros, fue siempre una amiga tranquila de apariencia angelical y nunca malintencionada. Con la reputación de chica sana que tenía, no era de cuidado para mi enamorada permitir que a veces su fiel amiga y yo, al salir de la universidad, nos fuéramos juntos, porque vivíamos por la misma zona. Yo conocí a Marianelle, amiga de mi enamorada, desde los primeros ciclos de la universidad. Ya nos conocíamos bien, pese a que muy pocas veces coincidíamos al salir de la universidad, porque yo por lo general primero embarcaba a mi enamorada para ir después a mi casa. Siempre fui para Marianelle, un chico inocente, dulce y fiel. Una vez, en una de nuestras acostumbradas pláticas nocturnas por facebook me hizo notar su admiración por mí al decirme: "Qué suerte, la de mi amiga, por tener un enamorado tan lindo como tú; ya quedan pocos como tú, tan tranquilo y dulce" Marianelle, para mí fue una mujer hermosa que poseía una figura espectacular, gracias a sus clases de baile hindú o baile del vientre, los cuales practicaba en una academiia de baile hace 6 meses; tenía la piel clara, unos ojos grandes de mirada tierna y hacía gala de unos cabellos ensortijados, negros como el azabache, que le llegaban hasta el final de su esbelta espalda. Marianelle, típica chica de rutinas académicas y domésticas, aparentaba nada más que inocencia. No obstante, la historia de su vida tenía doble contraste, que ella siempre cuidó no dejar entrever, a menos que sea estrictamente necesario, si la pasión la invadía.... Una noche de viernes, saliendo de estudiar, me dió el alcance en el paradero y quedamos en tomar un colectivo porque insistió en que nos sentáramos juntos para poder conversar. En el trayecto, la conversación fue en torno la historia de ella y su enamorado desconfiado, que la celaba por todo. Y yo asombrado le preguntaba: ¿En serio? No te creo! Siendo tú tan tranquila, chica de su casa, sin malicia. Yo ya sospechaba que esos celos, evidentemente tenían alguna base, algún indicio! Y apareció una señal: Mientras me seguía contando su historia no dejaba de mirarme, directamente a los ojos, con una mirada penetrante, cuyo mensaje era claro: Estoy locamente atraída por ti. Contemplé, muy exitado, la malicia de la pasión prohibida, dibujada en sus ojos. Ya no era para mí, la chica zanahoria con quien uno no podía ser ligero en actos, pensamientos y palabras. El desenfreno de mi deseo alimentó mi atrevimiento! Entonces, lamentando que estaba muy aburrido por ser viernes y no tener ningún plan, le propuse tomar unos tragos mientras concluía su historia de un amor complicado. Ella sin quitarme esa mirada provocadora de encima, aceptó gustosamente, advirtiéndome de que este suceso permanecería secretamente por siempre, para que no llegue a oídos de su amiga, osea, de mi enamorada. Ella se recostó sobre mi hombro y tomándome ligeramente del brazo, me confesó que se sentía muy bien a mi lado y me preguntó si podía abrazarla, petición a la cual accedí con muy buen agrado, sobre todo luego de rozar sus pechos tan suaves. Mi propuesta, según mis sospechas, no iba a ser negada, por más atrevida que sonara, ya que ya empezaba a sentirme acariciado con sus miradas. Para conversar mejor, sin ruidos y por seguridad, le pregunté: ¿Te parece si podemos ir a un cuarto de hotel? Ella aceptó, sin dejar de clavarme esa mirada que poco a poco mostraba más exitación. Entramos al cuarto, con 6 cervezas personales en la mesa, empezamos conversando de los tiempos pasados, cuando yo era soltero y Marianelle también, así que me animé a confesarle que cuando la conocí me pareció una chica muy guapa, a lo que ella contestó: sabes, tú me pareciste un chico guapo que tenía un encanto particular, derrepente por lo callado que eras, tan reservado, y hasta un día llegué a imaginar qué hubiera pasado si nosotros hubiéramos tenido algo. Qué locura, ¿verdad? pienso que nos hubiéramos llevado super bien si hubiésemos estado juntos, ¿No lo crees?, preguntó. A mí ya no me interesó más seguir extendiendo esta conversación cuyo fin ya se mostraba en el ambiente, la pasión inundaba el cuarto de hotel. Y yo le dije: Me gustas mucho, y me encantaría darte un beso. Ella, para no parecer una loba arrecha, y cuidar de mantener al menos un poco de decencia, preguntó: ¿Y tu enamorada? es mi amiga, no lo has olvidado, ¿verdad? No sé, si estaría bien. Yo, ansioso respondí: En la vida, las cosas que hacemos, no pueden juzgarse como buenas o malas, simplemente hay cosas que hacemos y que no hacemos; la pregunta es ¿Qué es lo que estarías dispuesta a hacer, tú, esta noche? Se paró, silenciosa, clavándome la mirada, acercándose lentamente. Hice lo mismo, y nos encontramos cara a cara, muy cerca sus labios y los mios. A los dos, dejó de interesarnos la decencia, y las palabras enmudecieron y dieron paso al lenguaje de la pasión que inició con el primer beso. Mi mano subió por su pierna, explorando bajo el vestido negro que ella llevaba puesto. Llegué a sus redondas y suaves nalgas y las acaricié con firmeza y placer. La tomé de la cintura y la eché cuidadosamente sobre la cama, ella me miraba, embriagada de placer, desvistiéndome con prisa. Con el mismo apuro, se desnudó y abrió sus piernas invitándome a recostarme sobre ella. Humedecí sus pechos con mi lengua, posando mis dedos en su boca, y ella me los mojaba con sus labios y su deliciosa lengua. Sus manos ansiosas sujetaron mi pene, que ya estaba bombeando sangre a mil por hora, totalmente lubricado; ella no podía esperar más y apretándomelo se lo introdujo hasta el fondo de su jugosa conchita, la sentí húmeda y caliente. Con locura empezó a morderme, gimiendo con intensidad y suspirando hondamente, cada vez más de prisa...
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