Los Huachimanes Negros

[Vallejo Recargado]

No es justo. Es fin de semana, en las afueras de estos locales se aglomera gran cantidad de gente ávida por entrar y apreciar el show. Yo llegaba con las justas a fin de mes debido a gastos fuertes en mi casa y solo tenía dos soles en mi bolsillo. El de la puerta, alto, prepotente, con cuerpo de ropero y cara de pocos amigos, me impide el paso con su brazo estirado. Me resisto a entrar, le digo que solo tengo dos soles, que no debieron subir la entrada, que no sea malo y me deje pasar. Pero me coge con los dos brazos y de un empujon me bota a la calle como a un espantapajaros. Una chica gótica de la vereda de enfrente me mira y se rie de mi de manera burlona. No hay derecho. Ese no es el trato que uno se merece. Eso es abuso de autoridad. Para ti, mi cavernícola amigo, va este poema. 

Hay Roches en la Vida tan Fuertes (Al personal de seguridad)

Hay roches en la vida, tan fuertes... Yo no sé.

Roches como el empujón de un gorila; como si ante él,

los esfuerzos para ahorrar unas cuantas monedas

para pagar la entrada no le importará... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren heridas profundas

en el corazón más fiero y en el pantalon más durable.

Serán tal vez como los taconazos de los bárbaros travestis de Washington;

o como las patadas voladoras de los avezados pirañas de Alfondo Ugarte.

Son como las miradas de desprecio de Yerikas y Leonelas,

a las que confiesas que estas misio y que tu única tarjeta es de la biblioteca

Esos roches son como los maltratos de los entrometidos mozaicos

que te friegan la paciencia y alumbran a cada rato tu botella con sus linternas.

Y el hermano de leche... pobre... pobre! Agacha la cabeza, como

cuando Pizarro falló el penal y apostó 20 soles a que Perú ganaba;

revuelve los ojos locos, y todo lo vivido esa noche

se avinagra como las insípidas sangrías que aquí nos venden y encima de mala gana.

Hay roches en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!